Hace unas semanas tuve la oportunidad de compartir carretera, manta y vino con un grupo de compañeros de la Asociación de Periodistas y Escritores del vino (AEPEV). Y ni más ni menos que a la Rioja Alavesa en su momento de máximo esplendor, finales de octubre. En este rincón privilegiado y protegido por la Sierra de Cantabria se hacen varios de los mejores vinos del mundo.
Winelovers y aficionados vienen hasta aquí a comprobarlo y disfrutarlo. Nosotros lo tenemos prácticamente en el patio de nuestra casa, y quizás por ello no somos capaces de darle todo el valor que merece.
Visitamos tres bodegas que comparten esa obsesión por la excelencia y la tradición, pero que tienen formas muy personales y diferentes de alcanzarla.
Izadi
La primera parte de la visita comenzó Villabuena de Álava en bodegas Izadi. Izadi es el sueño hecho realidad de Gonzalo Antón en 1987. En este caso se trata de un hostelero que realizó el camino inverso. Quería conseguir vinos locales excelentes para su restaurante Zaldiaran en Vitoria. Es por ello que la trayectoria de Izadi ha estado siempre vinculada estrechamente a la gastronomía, como lo demuestra su hall of fame de famosos chefs que está en su restaurante destinado a eventos.
El anfitrión de la visita fue Iván Pérez director de Marketing, Comunicación y Enoturismo. Tras visitar algunos de los viñedos más representativos recorrimos la bodega, diseñada en varias plantas aprovechando el desnivel del terreno. De este modo se favorece el proceso de elaboración por gravedad.
Acabamos la visita en la sala más especial, llamada santuario porque realmente el ambiente ahí es entre mágico y sagrado. Allí catamos El Regalo tinto, el vino más querido y representativo de la bodega.
Después pasamos a su comedor, donde nos esperaban unas de las mejores croquetas que he probado en mi vida junto a sus vinos de garnacha, como Izadi Larrosa Rosé 2023, que fue un rosado pionero y es posiblemente el best seller de la bodega.
Le siguieron platos clásicos de la zona como pochas frescas, chuletillas al sarmiento, y torrija con helado de higo, que para mí más bien era helado de hoja de higuera. Sencillo pero perfecto. Y todo ello acompañado de varios vinos de la casa como Izadi Crianza 2021 e Izadi Selección 2019
Remírez de Ganuza
Tras la comida, nos esperaba otra visita muy especial en Samaniego: Remírez de Ganuza, en la que Helena Vaello, Directora de Marketing y Comunicación, y Leyre Martínez, coordinadora de Enoturismo, fueron nuestras anfitrionas.
La bodega fue fundada en 1989 por Fernando Remírez de Ganuza, que la construyó en su propia casa ¿o es más bien al contrario?, respetando el estilo de edificaciones de la zona. Fue tan fiel que sería imposible distinguirla de un edificio centenario. Fernando, que falleció el pasado mes de marzo, fue un visionario apasionado del vino. Su legado permanecerá indeleble en la memoria vinícola de la zona.
Provenía de la industria cárnica, y de su etapa anterior heredó una gran visión de negocio, practicidad, y una auténtica obsesión por la limpieza. Investigó para elegir los mejores suelos para la bodega, y también las últimas técnicas. De hecho fueron pioneros en la instalación de una mesa de selección de uva. Nos contó Helena que al principio las trabajadoras sufrían misteriosos mareos. Hasta que un médico les recomendó cambiar el fondo blanco por uno oscuro. Habían sido también pioneros en esto.
De la obsesión de su fundador por la selección y la clasificación de uva saldría una de las señas de identidad de Remírez de Ganuza. Los racimos se separan en dos partes. La de arriba irá destinada a los grandes vinos de la casa. La punta a continuar la tradición de maceración carbónica de los vinos de la zona. De hecho, su R. es uno de los vinos más demandados, y se agota rápido añada tras añada.
Tras la visita a la sala de barricas tuvimos la oportunidad de catar las tres joyas de la casa: Fincas de Ganuza 2017, Remírez de Ganuza Reserva 2016 y un vino que me tiene particularmente obsesionada: Olagar Blanco Gran Reserva 2016. De hecho, ha sido elegido recientemente como mejor vino del País Vasco por la revista Tapas.
A la cata siguió una cena con más vinos de la bodega, acompañados por su directora de comunicación, en el hotel Viura de Villabuena de Álava, donde también nos alojamos. Su maceración carbónica R., ya agotado, el Blanco Reserva 2020 y Viña Coqueta 2015.
Allí pudimos disfrutar de un menú muy innovador: buñuelo de morcilla con manzana y velo de papada ibérica, crema de calabaza con vieras, lubina con fondo de nécoras y pularda a la plancha con crema de boniato.
Bodegas Murua
Todavía faltaba un vértice a ese triángulo de oro de bodegas Rioja Alavesa que tuvimos la fortuna de visitar: Bodegas Murua. Perteneciente a la familia Masaveu desde 1974 y primera bodega del grupo. De hecho, se encuentran en plena celebración de su 50 aniversario.
En este caso nos acompañaban Teresa Muñoz, directora de comunicación del grupo Masaveu y el enólogo de la finca, Mathieu Barrault. La lluvia frustró los planes de visitar algunos viñedos para comprobar en vivo la viticultura regenerativa que la que hacen gala, y que supone un esfuerzo y un reto constante, como nos explicó Mathieu. Se trata de apostar por cubiertas vegetales que mantienen el equilibrio natural del terreno. Apostar por la sostenibilidad. En este caso la charla tuvo lugar en su impresionante sala de barricas.
Después pasamos al edificio principal, que atesora la colección de arte dedicada al vino de la familia Masaveu, con importantes joyas de reconocidos artistas españoles como Sorolla, Alcalá Galiano y Francisco de Goya. Este edificio también acoge las actividades de Enoturismo de la bodega y tienen un papel protagonista desde sus orígenes.
Allí, en una sala con impresionantes vistas a los viñedos de la finca, tuvimos la oportunidad de catar varios de sus vinos más representativos. Entre ellos VS Murua 2021 y Veguín de Murua Gran Reserva 2016.
Mi favorito sin lugar a dudas fue M de Murua 2021, un 100% Tempranillo que procede de los viñedos de más antigüedad de la bodega en Elciego y conserva su expresión frutal y al mismo tiempo silvestre.
Tras la cata, disfrutamos de más vinos de la bodega rodeados de obras de arte en su restaurante Los Caños: Murua Blanco Reserva 2017 y Veguín de Murua Gran Reserva 2014. Para acompañarlos, croqueta de jamón, ensaladilla rusa, estofado de hongos, bacalao al pil pil y falda de cordero.
Me pareció realmente original el postre, Texturas de Leche, una sorpresa constante, que vino acompañado por otra de las joyas de la casa Masaveu: sidra de hielo Valverán 20 manzanas, una sidra pionera en Asturias y el capricho particular de la familia.
Izadi, Remírez de Ganuza y Murua. Tres visiones distintas, pero complementarias de uno de los rincones vinícolas más mágicos del mundo, la Rioja Alavesa.
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