Serie: la otra Rioja
Abel Mendoza es un viticultor de Rioja que junto a Maite Fernández lleva décadas interpretando palmo a palmo el territorio de la Sonsierra occidental para hacer vinos muy honestos y muy personales que convierten a esta bodega en una de las más respetadas de la zona. Una viticultura que parecía de locos hace 20 años, hoy ha abierto la senda a las nuevas generaciones de productores
“Yo no pertenezco a ninguna familia de pedigrí de bodegas. Mi padre era un destripaterrones como la copa de un pino y vivía de interpretar el territorio”. Abel Mendoza se presenta así de directo a todo aquel que se acerca a visitar sus viñedos y su bodega. Junto a Maite Fernández forman una pareja de productores que tiene las ideas muy claras y está más de vuelta que de ida de una pelea contra las circunstancias y las convenciones sobre lo que se entiende que debe ser el vino de Rioja. Su aventura comenzó hace décadas.
Quisieron compartir un rato con nosotros el pasado mes de noviembre. Una oportunidad única para conocer su forma de entender el vino y la uva a través dos miradas y dos formas diferentes de aproximarse a su trabajo.
MAITE
En primer lugar tuvimos la oportunidad de charlar un rato con Maite, quien nos explicó a través de una mini exposición muy didáctica el ciclo del cultivo de viñedo en la bodega. “Nosotros tenemos suelos arcillo calcáreos pobres y la mayoría de nuestras cepas en crecen en vaso. Hay una excepción, y es una parcela que tenemos junto al Ebro en emparrado para tenerla más aireada y que no le afecte tanto la humedad causada por la niebla”.
En la bodega se toman muy en serio la época de poda, de noviembre a marzo, para intentar controlar la producción. Aunque todo dependerá del tiempo que haga en la primavera. “En mayo y junio descargamos las cepas de hojas secundarias. Es el desmiente o aspergura. La idea es dejar el racimo abierto al sol y al aire para evitar la humedad que podría causar hongos y tratamientos fitosanitarios que a veces no son necesarios”, añade Maite.
Desde hace décadas vienen practicando una viticultura sostenible para evitar productos agresivos. Prefieren recurrir al trabajo manual, desbrozando y pasando la azada para abrir bien la cepa y que esté bien aireada. La humedad, de nuevo, es el origen de muchas plagas indeseadas.
Y llega el momento de la vendimia, que siempre es manual. El tempranillo es la uva reina de la zona, aunque también se cosecha graciano, garnacha tinta y diferentes variedades de uvas blancas autóctonas que son el alma de uno de los vinos insignia de Abel Mendoza: el 5 V.
«Malvasía fue la primera uva con la que hicimos un vino allá por 1992, cuando Rioja nadie creía en el blanco»
Maite Fenández
“Malvasía fue la primera uva con la que hicimos un vino allá por 1992, cuando Rioja nadie creía en el blanco”, recuerda Maite. “A raíz de la malvasía seguimos trabajando en vinos blancos con viura, garnacha blanca y torrontés, que prácticamente había desaparecido en la zona. Un paisano nos ayudó a descubrir el torrontés en una parcela vieja de la Labastida y fuemos reinjertando”. La última adquisición de la bodega ha sido el tempranillo blanco que ha entrado en la DO hace poco.
De la vid al vino
Una vez que se selecciona la uva después de venir del campo se lleva a cabo el proceso de maceración carbónica en un depósito de hormigón abierto para vinos jóvenes que no van a ir a barrica como el Jarrarte joven. Otros, como Abel Mendoza Jarrarte sí estarán un tiempo en barrica.
Los vinos que irán para barrica se despalillan para separar la uva de los raspones o se desgranan a mano. Suele hacerlo un grupo de 16 o 18 personas durante todo el día. Se desgranan 1.200 litros. “Fuimos de los primeros en hacerlo y la gente pensaba que estábamos un poco locos, pero ahora cada vez es más común”. De este proceso saldrá otro de los vinos más emblemáticos de la bodega: el graciano grano a grano.
El graciano era hasta hace unos años una uva maldita en Rioja. “Se dice que el nombre viene de la respuesta del agricultor, gracias no, porque es una variedad más sensible que el tempranillo. Si no haces un trabajo muy cuidadoso con la planta, consigues vinos verdes más que vinos frescos. Nuestro grano a grano 2019 tiene garnacha y tempranillo”, comenta Maite.
Otro de sus vinos más representativos es el Selección Personal, que llevan elaborando desde 1998. “Nosotros tenemos 22 hectáreas de viñedo en tres pueblos diferentes en más de 50 kilómetros a la redonda. Son 53 parcelas”, explica Maite. “Cada año seleccionamos la que mejor se ha comportado y fermentamos el vino parte 11 meses en barrica y parte 11 meses en un huevo de flextán, un material que permite respirar al vino pero no le aporta madera ni ninguna otra característica”.
De hecho, Abel Mendoza fue uno de los primeros viticultores reconvertido a vigneron sin quizás ni siquiera darse cuenta. Abel y Maite decidieron clasificar los vinos por cata y no por tiempo en barrica desde los inicios de la bodega. Al principio les costó que la gente entendiera esta clasificación, pero con el tiempo encontraron su público perfecto. Y sin saberlo abrieron el camino a las futuras generaciones de viñadores en Rioja.
Pero esta veterana pareja sigue teniendo la misma curiosidad y energía que hace veinte años. Por eso siguen investigando y probando cosas nuevas, como su último vino, un orange wine. Se trata de blanco fermentado en sus pieles 20 días. “Este año también hemos elaborado 200 botellas de nuestro primer espumoso ancestral, a ver qué sale. Todo sea que tengamos que tirarlo por la fregadera, pero en la vida el mejor aprendizaje es el método de prueba y error”, bromea Maite.
ABEL
Tras la visita a la bodega Abel Mendoza nos acompañó a visitar alguno de los viñedos más cercanos a San Vicente de la Sonsierra para mostrarnos cómo entiende él el cuidado de la viña. “Nuestro objetivo es compactar lo menos posible el suelo. La mecanización hace todo lo contrario. En las viñas en emparrado le obligas a desviar la savia al viñedo y con la herida que hace la máquina al sarmiento se incrementa el riesgo de enfermedades”, lamenta.
“Cada vez es más complejo lidiar con las enfermedades del viñedo. Pensamos que la farmacia nos lo arregla todo y no es así. Hay agricultores que dan 9 o 10 tratamientos al año porque se lo ha dicho el de Bayer. A mí me gustan las cepas con artrosis”, sentencia. “Y la viticultura de pensar, pero la gente de bata blanca no quiere complicaciones”.
Este productor visionario lleva décadas defendiendo la enorme diversidad de Rioja sin que “nadie te ponga palos en la rueda continuamente. Que cada uno interprete el territorio como quiera. De hecho, para mí lo ideal sería que se dieran las condiciones más favorables para que todo el mundo cuidase el viñedo”.
Para Abel los mayores enemigos de Rioja son los propios riojanos. Son 42 bodegas las que controlan el 80% del Consejo y debieran permitir más que la gente haga las cosas de forma diferente si quiere, porque eso nos va bien a todos. “En Rioja vendemos tan barato porque hemos puesto viñedo donde no deberíamos. Porque las bodegas grandes quieren oferta y buen precio. Bodegas que venden a 20 euros la botella compran a 70 céntimos la uva. Eso supone el 6% del precio final. ¿Es eso normal?”, lamenta. “Tarde o temprano se van a cargar a los jardineros, porque por este camino la viticultura en Rioja no será ni rentable ni sostenible en el tiempo”.
A mí me gustan las cepas con artrosis y la viticultura de pensar
Abel Mendoza
Abel no apuesta por el volumen, sino por la calidad. “Si hacemos 1.500 botellas bien hechas y las disfrutan 500 personas ya he cumplido mi objetivo”.
Lo que quizás no imaginaba este viticultor riojano era que su tozudez y su determinación iban a abrir camino a las futuras generaciones de productores de Rioja, que cada vez apuestan más por una viticultora de territorio y respetuosa con el medio ambiente. “Yo apoyo a estos chavales, pero al final solo se mantendrá quien tenga posibilidades de salir adelante a medio largo plazo. Espero que así suceda”.
Un viaje al pasado, al presente y ¿por qué no? al futuro de Rioja a través de la experiencia de dos viticultores apasionados por su trabajo. Y que tienen el carisma y la capacidad de hacerte sentir parte de su proyecto, y de su familia, en solo un par de horas.
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