Llegué a dar con Duero Wine Fest de una forma pelín rocambolesca, y fue tras leer en redes sociales comentarios negativos sobre la escasa presencia femenina en el programa. Yo que nunca fui de cuotas comenté que quizás se debía a que había poca presencia femenina en el mundo del vino y punto, algo que me trajo alguna que otra crítica. Lo cierto es que preguntarse por qué hay tan poca presencia femenina en el mundo del vino da para otro artículo, que quizás escriba más adelante…
Ser novata en el panorama más insider del vino español y enterarme tarde de este evento me hizo perderme el viaje de prensa organizado ad hoc y quedarme sin plaza en las catas para profesionales. Pero me permitió disfrutar a lo grande y aprender muchísimo con todos los asistentes ya que acercarse a un mundo nuevo con nuevos ojos es siempre un regalo. Eso sí, solo pude asistir a la primera jornada, que es sobre la que escribiré mi particular crónica aquí.
El día comenzó con una interesantísima introducción histórica y cultural por parte de Pedro Ballesteros, Master of Wine (2010) y uno de los gurús del vino en España, aunque reside en Bruselas. Pedro dibujó en nuestra cabeza una Castilla y León atravesada por el tercer río más largo de la península ibérica. Y rodeada de montañas que la han mantenido aislada durante siglos, permitiendo que se conservaran variedades autóctonas de uva especialmente en las zonas más olvidadas de la frontera con Portugal.
Según él, aunque la comunidad cuenta con una tradición vinícola que comienza con los romanos, el punto de partida de la eclosión de los vinos de la comunidad comenzó en 1986, con la entrada de España y Portugal en la UE. “Nuestra historia cambia cuando comienza la España del camión, que permitió que pudiéramos exportar a otros países europeos”, comentó. “Sin inteligencia ni mercado no hay un gran vino. El primer factor es el cliente”.
Para Ballesteros, la exportación sigue siendo la asignatura pendiente de los vinos de Castilla y León porque la demanda interna sigue sin ser suficiente. “Parece que esas montañas siguen en nuestra cabeza”, añadió. Uno de los problemas es la falta de cooperación entre las empresas, a diferencia de lo que ocurre en países productores más minoritarios como Australia y Nueva Zelanda, donde sus bodegueros hacen piña.
Vino ecológico
Tras esta interesantísima puesta en escena, llegó el turno de los vinos ecológicos, una forma de producción que cada vez es más común y que en Castilla y León encuentra las condiciones ideales debido a su clima fría y soleado. Estaban presentes varios productores de raza, que llevan muchos años apostando por esta forma de hacer vino. Y que además suele ir acompañada de la dinamización de zonas rurales poco habitadas y fuera de radar.
Es el caso de Marta Ramas, enóloga de la bodega Fuentes del Silencio situada en el valle del Jamuz en la provincia de León, un enclave poco conocido situado entre Astorga y La Bañeza. “Estamos cultivando la Mencía más alta de España, a una altura entre 900 y 1.000 metros en una zona con poca lluvia continental y aún menos gente, ni siquiera para vendimiar”, describió. “El proyecto pretende recuperar y mantener viñedos abandonados y comidos por el monte, algunos con más de 100 años , y también tiene un componente didáctico, porque para trabajar primero en orgánico y después en biodinámico hay que educar a la gente de la zona”, añadió.
Ricardo Peñalba pertenece a la segunda generación de la familia Peñalba López que compró la finca Torremilanos en 1975. En 2005 comenzó a apostar por el cultivo ecológico y en 2010 por el biodinámico: un concepto en el que interactúan la planta, la tierra, el hombre y el animal. Para él “Hay que dejar que la naturaleza esté viva. De ahí la importancia del suelo. El suelo es un ser vivo y es donde comienza la vida. En los más de 15 años que llevamos con el cultivo ecológico en la finca ha cambiado el color del suelo, la actitud de las plantas y por tanto el sabor del vino”, comentó.
Tras Ricardo intervino Jorge Monzón de Dominio del Águila, una bodega situada junto a Aranda de Duero en la que se cultivan de manera ecológica y tradicional 50 hectáreas de viñedo viejo. Las dificultades para Jorge están en encontrar mano de obra que entienda que en el cultivo ecológico todo funciona a otro ritmo y las rutinas se vuelven más complejas. Y por último Didier Belondrade de Belondrade y Lurton, quien llegó a Castilla y León en 1994 y cayó rendido a los encantos de la uva verdejo, muy poco conocida por aquel entonces. “La idea fue trabajar de forma diferente y hacer un vino de guarda, tradicional y fresco a la vez”, comentó.
Didier lleva desde 2009 produciendo vino ecológico y su mayor reproche es hacia los políticos que no protegen lo suficiente los valores del cultivo de la vid y la fuente de riqueza que representan: “Nos están invadiendo las macro granjas de cerdos, la energía eólica y las placas solares”, lamentó.
Suelo y vino
Los suelos marcan de forman indeleble el carácter de un vino. Para explicar su papel en el cultivo de la vid esta jornada contó con la presencia de Almudena Alberca, que haría doblete por la tarde como Master of Wine, Alberto García de Bodegas Mauro, Telmo Rodríguez y Gonzalo Iturriaga, director técnico de Vega Sicilia.
Comenzó Almudena Alberca, directora técnica del grupo Entrecanales Domecq e hijos. Tenía mucha curiosidad por verla en directo, y he de confesar que acertaba, porque tiene un carisma arrollador… Y un dominio del mundo del vino que se llega a convertir en intimidante para una periodista no tan especializada como yo. Pero intenté aprovechar la oportunidad y absorber el máximo de conocimientos.
Con relación al tema de la ponencia Almudena comentó que “el suelo es un medio muy complejo, y depende también de muchas circunstancias como el microclima, el macroclima, las precipitaciones… Es muy difícil aislarlo como un elemento, pero sí es algo que tenemos cada vez más presente en la comunicación y etiquetas de vino”. Como ejemplo citó la diferencia entre los suelos más arenosos, que producen vinos más ligeros y perfumados. Los suelos arcillosos, por el contrario, tienen más taninos, algo que añade más complejidad a un vino y más astringencia.
A esta intervención siguió la de Telmo Rodríguez, quien se calificó a sí mismo como “un bicho raro que sale de su guarida como si de un viajero del siglo XIX se tratara para hacer vinos en varios lugares de España: Rioja, Ribera, Rueda, Cebreros y Toro”. Para él el suelo no le parece tan determinante: “Nos interesa más la viticultura francesa. De hecho yo cursé estudios en Burdeos, que se refleja en el vino a través de su paisaje, de la piel de las uvas”.
Le siguió Gonzalo Iturriaga, director técnico de Vega Sicilia, que comentó que para ellos el tipo de suelo es prioritario y tiene un papel primordial en la mezcla que dará lugar a un determinado vino. “Los enólogos estamos ahí para descifrarlos e interpretarlos y conseguir el mejor resultado final” y concluyó Alberto García, de bodegas Mauro, que comentó que es fundamental respetar la singularidad de cada parcela en el que el suelo es un elemento más para tener en cuenta, y dio más detalles sobre uno de sus vinos estrella, Cartago, producido en Toro: “Se trata de un viñedo de 50 años muy especial, en el que el vino que producimos logra un perfecto equilibrio en su acidez, algo complicado de conseguir en esta zona”.
Con esto concluía la jornada de la mañana, así que decidí dejarme caer por el Wine bar donde me llamó la atención una DO que era desconocida para mí, Cebreros. Por ello me presenté a su energética directora Marta Burgos, quien me dio a probar uno de sus vinos elaborado con albillo real. Se trata de un proyecto pequeño y lleno de ilusión situado en 35 municipios de las estribaciones de la sierra de Gredos con zonas que alcanzan los 1200 metros de altitud del que tengo que dar ma´s detalle más adelante.
Masters of wine
Por la tarde pude asistir a una de las sesiones que más curiosidad me había despertado: la perspectiva de los Master of Wine sobre los vinos del Duero. Tenía además especial interés por escuchar en persona a Fernando Mora, de bodegas Frontonio, sobre la que ya escribí un artículo el pasado verano. No solo tuve la oportunidad de saludarle, sino de comprobar que si para mí sus vinos son un descubrimiento reciente, Fernando ya es muy admirado dentro de la profesión.
Fernando destacó la enorme la diversidad de paisajes y climatologías de Castilla y León, que permite hacer cosas muy diferentes con uvas también muy diferentes: mencías, tempranillo, verdejo. Y por supuesto recordó el valor de los viñedos viejos que si llevan ahí décadas “es por algo, el lugar y la manera de plantar se pierde si se echan a perder, y eso no nos lo podemos permitir”, remarcó. «Dentro de 10 años no va a haber viñedos viejos para todo el mundo».
También abogó por dar libertad a los productores de vino para expresar su propia creatividad , rompiendo con el concepto de tipicidad y dejando de imitar a Ribera de Duero, la DO de referencia en la comunidad. Por otro lado, comentó que “España tiene la asignatura pendiente de elaborar los mejores tintos y blancos del mundo, porque tenemos la capacidad para hacerlo, y también de abrirse más a los mercados extranjeros como herramienta para generar el reconocimiento que merecemos”, aunque también se mostró optimista con el futuro de la producción de vino de la región de la que comentó que está en un momento de eclosión.
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