Si perteneces al mundo del vino posiblemente le hayas visto en más de un evento, aunque quizás no hayas reparado en su presencia por su forma de trabajar ágil y discreta. Yo sí lo hice, y quería conocer qué le llevo a unir vino y fotografía en una larga trayectoria profesional que le ha convertido en el experto con mayúsculas del sector. Es además el autor de prácticamente todas las fotografías de «Beber. Amar, Comer, Jerez» , el libro homenaje al 20 Aniversario de la Copa Jerez
¿Cómo llegaste al mundo de la fotografía y al mundo del vino?
Al mundo de la fotografía muy joven, tenía apenas 15 años. Me gustaba dibujar, pero la fotografía me ofrecía la posibilidad de explorar mi creatividad con menos esfuerzo. Ya desde muy joven empecé a trabajar como asistente porque tenía muy claro que quería ganarme la vida con esto.
Años más tarde entré a trabajar en una agencia y empecé a hacer trabajos para bodegas con regularidad. En 2006 ya me picó el bicho del vino y comencé a formarme aprendiendo y asistiendo a eventos y hasta ahora.
Desde 2012 eres autónomo y no perteneces a ninguna agencia. ¿Cómo define esta situación profesional tu trabajo?
Con mis altos y bajos, no tengo queja, nunca me ha faltado trabajo y ser autónomo te da mucha más libertad. En estos momentos puedo hasta permitirme el lujo de decir que no en algunos casos. Aunque los autónomos somos las ardillas con la boca llena de nueces, siempre estamos llenando las arcas para cuando vengan los momentos bajos. Pero sí he notado en los últimos tiempos una presión fiscal que nos ponen las cosas complicadas. Las ayudas al emprendimiento y a los autónomos no están bien enfocadas en mi opinión.
Los fotógrafos y los periodistas somos un poco psicólogos. ¿Cómo describes la relación con tus clientes? ¿Estar especializado en el mundo del vino te resulta de utilidad?
Pues mira, el haber trabajado mucho haciendo fotos en colegios me ha ayudado mucho, porque solo tienes unos segundos para conectar con el fotografiado. Al principio me costaba más, pero cada vez me siento más cómodo haciendo retratos. Creo que ayuda que hablamos el mismo idioma, y la gente lo valora porque saben que entiendes su trabajo y las dificultades que conlleva. Y es cierto, porque soy un proveedor de soluciones, no permito que el ego dificulte mi trabajo.
Obviamente la experiencia es un grado…
Está claro. Hay un proceso de aprendizaje y un bagaje que no puedes saltarte, con tus tropiezos y aciertos. Los atajos no existen, ni en fotografía ni en la vida.
En tiempos de reels, redes sociales e Inteligencia Artificial. ¿Crees que todavía se valora un artículo o una foto bien hecha?
Por supuesto, la gente no es tonta. Todos sabemos que un 5J es mucho mejor que un jamón cualquiera. Siempre habrá hueco para los buenos artículos y las buenas fotografías. Creo que la IA será una herramienta valiosa en la innovación tecnológica y digital. Yo la uso para mis trabajos comerciales: retoques, generación de fondos… Pero los fotógrafos no vamos a desaparecer. Siempre serán necesarios unos ojos humanos con criterio.
¿Qué trabajo supuso un punto de inflexión en tu carrera?
Recuerdo muy bien un reportaje que realicé para Tío Pepe en 2007. Tras unos días de trabajo muy intensos estaba una tarde a última hora haciendo bodegones en la Bodega de los Apóstoles y ví pasar cuatro golondrinas. La luz y la energía tan especial que había en aquel lugar me marcó para siempre y cambió mi forma de entender el vino.
Y allí comentó tu pasión por el vino de Jerez
Sí, Jerez siempre ha tenido un lugar muy especial en mi trayectoria como fotógrafo. Es el vino que define España. No hay nada tan genuino como el vino de Jerez, y lo demuestra que muchas otras zonas han intentado repetir este modelo sin éxito. De hecho en 2013 formé parte de la creación del grupo Los Generosos junto a grandes amigos y profesionales como Luis Vida, Ezequiel Sánchez Mateos y Jesús Yraola.
De hecho, se acaba de publicar Beber, comer, amar, Jerez, en el que prácticamente todas las fotografías son tuyas
Sí, tengo muy buena relación con la gente de la DO desde hace mucho tiempo. Carmen Aumesquet me contactó porque querían editar un libro para celebrar el 20 Aniversario de la Copa Jerez para que me encargara de la parte gráfica. Teníamos el reto de cubrir algunas carencias ya que no teníamos demasiadas imágenes de las primeras ediciones y sugerí dar protagonismo al mundo de las texturas, no solo de los platos sino de todo el marco de Jerez. Al final la idea inicial divergió un poco y el libro también da protagonismo al paisaje y a las bodegas de la zona. Para mí ha sido un lujo poder ilustrar un libro completo y creo que no va a ser el último.
Como observador directo, ¿cómo ves la incipiente crisis en el mundo del vino?
Creo que afectará principalmente a las grandes bodegas y al gran volumen, porque la bajada de consumo es un proceso irreversible con el cambio de hábitos y porque hay una predisposición al alza en contra del alcohol y por tanto del vino. Hay una respuesta interesante, que se está explorando y son los vinos de menos graduación y los combinados. Hay que apostar por ello sin complejos, porque lo fundamental es seguir vendiendo. El consumidor más iniciado seguirá bebiendo, y creo que incluso estará más dispuesto a pagar por el buen vino.
¿Crees que esa imagen de glamour y misterio que se ha vendido en torno al vino puede haber perjudicado al sector?
Pienso que sí. Creo que durante muchos años el vino, que era considerado un alimento, se vinculó al mundo rural y al alcoholismo. Cuando mi madre vino a Madrid dejó el vino y empezó a beber cerveza porque lo consideraba urbano y moderno. En los años 90 los productores se intentaron quitar esta losa yendo al extremo contrario, intentando convertirlo en un producto de lujo y elitista y esto asustó a un tipo de consumidor.
¿Y qué papel juega la hostelería?
Pues podría poner más de su parte, la verdad. Por un lado, intenta hacer rentable el precio del ticket a costa del vino. Está bien que haya un margen comercial, pero no puedes cobrar un vino que cuesta en distribución 7 euros a 25. Y después están los “vinocidios” que se cometen en los menús del día de cualquier restaurante. Son tan malos que es imposible beberlos solos. Pero esto también sucede en otros entornos como eventos de catering, donde se hace un esfuerzo por presentar platos sofisticados y sin embargo se sirve el Rueda más barato que encontraron en el Makro. Solo hace falta un poquito de intención y conciencia, porque hay vinos de mucha calidad a muy buen precio como los de Viña Zorzal.
¿Cómo ves el futuro del sector?
Como he comentado creo que las bodegas de gran volumen van a pasar muchas dificultades, pero hay un sector de productores más jóvenes y viajados que están haciendo cosas extraordinarias. Han perdido los complejos y están haciendo elaboraciones muy creativas y sofisticadas adaptadas a sus variedades locales. A ellos no les llegará la crisis o sabrán adaptarse mucho mejor a ella.
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