Javier Rico es uno de los periodistas medioambientales más conocidos en nuestro país. Lleva décadas publicando artículos en El País, Muy Interesante, National Geographic… Además de ser un apasionado de las aves. Yo le conocí hace ya demasiado tiempo, cuando era director de la revista Biológica. Acaba de publicar con Planeta Guía de la España Rural, propuestas mes a mes, en la que nos invita a rutas intensas pero sosegadas, en las que la agricultura y la gastronomía tienen un papel fundamental. Como somos amigos desde entonces, le he contado que ha escrito el libro que yo pienso reescribir en cuanto me sea posible. No sé si lo haré tan bien como él.
¿Cuál ha sido el punto de partida de esta guía?
Llevo más de una década trabajando en temas de desarrollo rural y sabía que los grupos de desarrollo locales están haciendo un trabajo fantástico, por lo que quise que fueran el hilo conductor para que nos descubrieran muchas de estas cosas innovadoras y únicas que nos estamos perdiendo y que mantienen viva la España rural. De ahí surgieron 54 rutas y 47 mini propuestas extra que dan a conocer nuestro patrimonio cultural, etnográfico, natural, gastronómico…
¿Cómo has vivido la creación y desarrollo de una guía de viajes con la pandemia de por medio?
Planeta me encargó el libro a finales de 2019. A finales de febrero me marcho a mi primera ruta al valle de Ricote en Murcia. Y las dos semanas nos llega el confinamiento estricto que lo paralizó todo. Cuando ya pudimos salir retomé el proyecto y pude comprobar en primera persona los estragos que había causado el encierro en las personas que iba entrevistando. Sin embargo, creo que he escrito esta guía en el momento exacto, el momento del reencuentro con el viajar tranquilo y con nuestro entorno cercano.
¿Cómo has seleccionado las rutas del libro entre toda la maravillosa diversidad que tenemos en España?
Ha sido dificilísimo. Incluso ahora cuando releo el libro pienso en cosas que podría haber contado de este paraje, o aquella iglesia. Precisamente por eso decidí dejarme guiar por los grupos de desarrollo rural, para delimitarme a mí mismo. Por cada ruta he entrevistado a una media de seis o siete personas, y mis compañeros de profesión se darán cuenta de que en realidad para mí cada viaje es un reportaje.
¿Qué hace esta guía diferente a otras más convencionales?
Invita a hacer viajes cortos y muy intensos. Intento retener a la gente cerca de los puntos de interés, para que no se pierdan experiencias interesantes o el contacto con la gente local, de la que tanto se puede aprender. Es más, este libro también está pensado para que la gente conozca mejor la zona en la que veranea, o aquella que pertenece a sus antepasados, o la comarca vecina. Cuando estuve visitando el Norte de Pontevedra, tierra de pazos y camelias, me decían los locales que ahora había mucho turismo gallego que estaba redescubriendo, o descubriendo, su propia tierra. También propongo visitar los lugares elegidos en fechas poco usuales, para llevar el turismo al entorno rural durante todo el año. Por ello están clasificadas por meses.
¿Podrías calificarla entonces como inspiración para lo que podríamos calificar como slow travel?
Lo que he intentado aquí es que las nuevas formas de acceso a la información no condicionen tu viaje. Tenemos que seguir parándonos a preguntar y hablar con la gente local. Ganas muchísimo a nivel práctico y emocional cuando lo haces. Si vas directamente con tu coche al restaurante de moda para sacar la foto en Instagram y ya está, te estás perdiendo algo clave en estos viajes: las personas.
¿Tienes algún tipo concreto de lector en la cabeza?
Lo cierto es que no, porque este libro puede interesar a muchas personas diferentes, pero sí creo que está hecho para andarines, para gente curiosa. Hay opciones para todas las edades y etapas vitales. Desde escalada o barranquismo hasta paseos con esculturas al aire libre para llevar a los niños y por supuesto, observación de aves y fauna. Pero insisto, aunque creas que ya lo sabes todo al llegar tienes que preguntar y dejarte guiar por la gente de allí, para no perderte las mejores experiencias-
¿Cuál es el papel de la agricultura y la gastronomía en tu guía?
Fundamental, porque creo que en todas las rutas recomiendo directamente o un restaurante, o una pequeña empresa que trabaja con productos de la zona que me han gustado particularmente. Hay otras que incluso gravitan sobre un cultivo o producto concreto, como el guisante en el Maresme o el queso de Idiazábal en Álava. Recuerdo especialmente la ruta del aceite en Jaén, que hice en bici con mis hijos. Me impactó muchísimo pedalear entre olivos. La gastronomía forma parte intrínseca de la historia y la vida de todos los sitios que cito.
Justo ahora que comienza el otoño, ¿a dónde mandarías de ruta a tus recién estrenados lectores?
A O Courel, en Lugo. Además de la mezcla de bosques de hoja caduca y perenne, me sorprendió la importancia que tienen para la vida y la economía local las castañas y la miel. Hay un sendero que te lleva por una ruta de corrales de piedra, llamados alberizas, construidas para que los osos no entraran a comerse la miel. Afortunadamente la población de osos de la zona está aumentando y algunas de estas construcciones vuelven a estar en uso. Y acabo volviendo a mi pasión, las aves. Las más frioleras, que han comenzado su migración desde el Norte y Centro de Europa buscando tierras más cálidas, hacen una parada técnica en España y justo en esta época es fácil avistarlas en los deltas de los ríos y en lagunas interiores.
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