Irreverente y divertido, pero siempre riguroso. José Miguel Mulet es uno de los divulgadores científicos más conocidos y respetados de nuestro país. Aquí nos desvela algunas claves de su último libro “Comemos lo que somos”.
Doctor en Bioquímica y Biología Molecular, donde sigue desarrollando sus investigaciones con plantas resistentes a la sequía, a José Miguel Mulet le picó el gusanillo de la divulgación científica hace ya más de una década. Tuitero de referencia, utiliza cualquier canal a su alcance para poner un poco de sentido común a los mitos y leyendas que rodean a ciertos temas científicos.
Por ello, ha publicado anteriormente libros sobre los alimentos transgénicos o el ecologismo mal entendido. Es también colaborador en el diario El País y en la Cadena SER.
En Comemos lo que somos realiza un exhaustivo repaso a la historia de la alimentación, nuestra historia. Y nos desvela el origen de tradiciones y costumbres tan arraigadas entre nosotros que ni siquiera nos habíamos preguntado su por qué. Una apasionante historia que nos desvela nuestra identidad propia a través de las cosas del comer.
Has escrito varios libros relacionados con ciencia y alimentación ¿Cómo eliges el tema?
Normalmente se me ocurren varias ideas, se las presento a la editoria y entre ella y yo llegamos a un consenso. Me dejan bastante libertad. Para Comemos lo que somos solo tenía esta idea, en los anteriores me dijeron lo que funcionaría mejor.
Tienes un público muy fiel que lee todo lo que publicas ¿Hay cierta coherencia entre sí en tus libros?
Es cierto que soy afortunado y tengo un público muy fiel. No son como los lectores de Harry Potter, son bastantes menos, pero muy majos todos. Pero no me gusta limitarme a mí mismo. Escribo sobre lo que me apetece, aunque siempre pienso en ellos mientras estoy trabajando en el libro.
Comemos lo que somos es un libro en el que se da una cantidad de información sorprendente ¿Cuánto te ha costado escribirlo? ¿Cómo te has organizado para documentarte?
Estuve leyendo mucho, durante ocho o nueve meses, y luego escribiendo durante otros ocho o nueve meses. Hay libros que he escrito muy rápido. No ha sido el caso, porque necesitaba mucha documentación. Voy trabajando de memoria, y a veces reviso algún dato que se me ha escapado.
En el libro aparecen bastantes referencias a tu formación como biólogo molecular, ¿cómo consigues que quede coherente con el desarrollo del contenido?
El truco es que yo no quiero meterlo, no lo hago a propósito. Yo estoy contando una historia, y si pienso que si para que se entienda hay que explicar algo que tiene que ver con mi formación científica, lo incluyo. No lo planifico. Si te apartas del núcleo del tema la gente se despista. Cuando releo los borradores quito cosas porque como lector me doy cuenta de que me estaba yendo del hilo principal. También trabajo con un índice previo, pero lo voy modificando si las circunstancias lo piden.
Eres valenciano, y en tu libro aparecen muchas referencias locales.
Es cierto. Yo escribo de una forma muy oral, el desarrollo de mis libros se me va ocurriendo sobre la marcha, con ejemplos muy cercanos y personales. Como reza el dicho, pinta tu aldea, te harás universal. Estas referencias te hacen más cercano y conectas más con tus lectores.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido de lo cuentas en el libro?
Que la paella es un plato relativamente reciente, ya que el recipiente en el que se cocina, que se llaman paella y no paellera, se incorporó a las cocinas hasta la Revolución Industrial. Hasta entonces siempre se cocinaba en recipientes de barro.
Y también que los griegos no tenían una palabra para el color azul, porque no existía ninguna comida de este color, por lo que no necesitaban un término para distinguirlas. O que el cultivo de azúcar en los países latinoamericanos fue la palanca que impulsó el tráfico de esclavos. Y por último el hecho de que la pizza siguiera un camino histórico inverso y fuera un alimento popular que acabó llamando la atención a la nobleza. La verdad es que aprendido mucho y me he divertido mucho escribiendo este libro.
Otro de los ejemplos perfectos es el cocido madrileño. Comemos lo que somos explica también el origen de este plato tradicional.
El cocido es de origen judío, y se preparaba los viernes en una olla de barro en la que se añadía carne de cordero, garbanzos, alguna verdura y especias como clavo y canela. Se dejaba en la lumbre a fuego bajo para comerlo el sabbat. Pero más tarde se le añaden aderezos árabes y después se cristianiza metiendo cerdo a punta pala para que los judíos conversos pudieran eliminar sospechas. Hay muchas tradiciones gastronómicas y culinarias que vienen determinadas por la religión.
¿Cómo ves el panorama de los libros de divulgación en España?
Hemos llegado a un punto en el que tenemos más escritores que lectores. Las editoriales tiran con perdigones a ver qué funciona, y hasta los libreros se quejan de la alta rotación. Hay libros que duran una semana en el escaparate. Pero hay que adaptarse a los tiempos.
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