Las «foodies» también comen solas

por | Jun 15, 2023

Vivimos tiempos de acoso y derribo de tabúes y mitos sociales varios. Afortunadamente. Pero hay uno que se mantiene, yo diría que, en España, y es que nos sigue dando reparo hacer ciertas cosas solos en público: comprar, no tanto. Ir al cine, más. Y sobre todo comer en algún sitio que tenga más entidad que el bar de tu barrio donde te tomas un café y una porra.

Lo que yo intuía lo he comprobado en los últimos tiempos en debates de redes sociales, donde bastante gente comenta que se siente incómoda haciéndolo. Y lo cierto es que no les falta un punto de razón, porque en mi opinión todavía miramos raro al que se sienta solo en la barra de un bar o un restaurante.

Contaré una anécdota que viene a desarrollar mi teoría. Un día cualquiera entre semana. Salgo de una prueba médica que se ha alargado más de la cuenta, algo cada vez más común, por cierto. Antes de nada, quiero comentar que desde que volví a España de EEUU ya no agendo, citas, comidas, o cualquier tipo reunión con nadie después de una cita médica o un trámite burocrático. Doy simplemente el día por perdido y mis niveles de estrés me lo agradecen que no veas.

Vuelvo a lo que contaba. Prueba médica que estimabas en 30/45 minutos y se ha alargado dos horas. Ya tienes hambre, pero todavía te queda una hora para volver a casa, así que decides comer algo por la zona. Te han hablado muy bien del Mercado de Vallehermoso y de un restaurante que se llama Tripea. Para allá que vas.

Lo que no sabías es que se trata de un menú degustación que empieza a las 14.30. Tienes hambre, trabajo en casa, y no quieres esperar tanto tiempo, así que lo dejas para otro día. Pero paseando entre los puestos ves el de Higinio Gómez. Has leído que es el puesto de pollos más famoso de Madrid, así que no puedes dejar pasar la oportunidad. Te llevas un pollo de Bresse para casa porque a saber cuándo tendrás oportunidad de volver.

Sales del mercado y vas deambulando por la calle Vallehermoso pensando que cualquier bar para tomar algo te vale. Pero en realidad no te vale. Y lo sabes. De repente caes en la cuenta de que Puntarena está muy cerca de allí. La idea de un ceviche y una cervecita en la barra se hace tentadora. ¿Por qué no? Y para allá que vas.

Al llegar el lugar está prácticamente vacío, algo relativamente sorprendente porque ya es la una y media, así que cuando entras y dices que estás tu sola no te sientan en la barra, sino en el comedor principal. Así que allí estáis tú, y tu pollo de Higinio Gómez en su correspondiente bolsa de plástico, sentaditos en este restaurante elegantoso y estiloso.

Al rato aparecen un par de grupos de ejecutivos encorbatados de comida de negocios que te rodean. Tú notas que te miran de reojo y aciertas. ¿Qué hace una mujer solitaria vestida más o menos informal en un restaurante así y con una bolsa de supermercado en el asiento? ¿Qué busca? ¿Qué pretende?

Pues la realidad es que nada extraño. Comer un buen ceviche en lugar de un pincho de tortilla infame en cualquier bar. Porque para los llamados “foodies” cada comida mediocre o mala es una oportunidad perdida. Calorías vacías, sin sentido. Simplemente, la nada.

Mentiría si dijera que no me invadió cierta sensación de incomodidad. Todos somos seres sociales y no nos gusta sentirnos fuera de lugar. Pero lo cierto es que se me pasó en cuanto me trajeron la comanda. De hecho, a veces disfruto más estando sola porque así tengo la oportunidad de comer y beber más conscientemente y observarlo todo con más acierto.

Otra teoría que tengo es que resulta más raro ver comer sola a una mujer que a un hombre. Y si ya está bebiendo alcohol ni te cuento. Inmediatamente nos trasladamos mentalmente a esas películas norteamericanas donde el protagonista desesperado entra en pleno día a un bar cueva en el que ahoga sus penas con un whisky doble hablando con el camarero o con el primer ser anónimo que se le sienta al lado. Aunque espera… ¿cuántas protagonistas femeninas hacen exactamente eso? Muy pocas. Ahí quería yo llegar.

Ser mujer y estar en la cafetería del gimnasio comiendo ensalada y bebiendo kombucha, totalmente OK. Entrar sola en la típica taberna madrileña y pedir un vermú… Raro. Y si ya te ha picado el veneno de los generosos como a mí y entras pidiendo una manzanilla o un palo cortado, el levantamiento de ceja del camarero ya es épico.

Lo que me lleva a pensar es que lo que se ve raro si eres mujer no es que comas sola, o bebas alcohol sola, sino que seas capaz de disfrutar de la vida sin más compañía que la tuya. Justo eso me dijo un señor anónimo en la barra de la Catapa hace unos meses: “¿Qué haces aquí tan sola?”. Estaba tan sola como el resto de los parroquianos. Pero claro, ellos eran hombres.

Y bueno, no es divertido. Pero no tan insoportable como para que la presión social me arranque de  mis buenas costumbres. Y no, las mujeres que estamos en una barra comiendo o bebiendo solas no siempre estamos allí a la espera de que nos comenten algo. No tenemos ningún problema psicológico o metafísico, no nos sentimos desamparadas en el mundo. Simplemente teníamos una hora libre entre reuniones o recados, o lo que sea, y queríamos comer bien. Otras hubieran echado el tiempo muerto en Zara. Nosotras compramos croissants en Panem y después nos vamos a tomar un fino. Simplemente, somos “foodies”.

© Freepik

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1 Comentario

  1. Rodrigo Jociles Ferrer

    Muy interesante anécdota, yo, como imaginarás, no tengo ningún problema en hacer cosas solo y si se trata de comer bien, pues menos aún. De hecho llevo unos 20 años con esa especialidad y rara vez duro mucho rato realmente solo. Pero claro, yo no soy mujer…

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  1. Rodrigo Jociles Ferrer

    Muy interesante anécdota, yo, como imaginarás, no tengo ningún problema en hacer cosas solo y si se trata de comer bien, pues menos aún. De hecho llevo unos 20 años con esa especialidad y rara vez duro mucho rato realmente solo. Pero claro, yo no soy mujer…

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