A Germán R. Blanco le apasiona subir montañas. “Soy más de alpinismo que de escalada. Yo quiero subir y luego seguir a la siguiente montaña”. En una metáfora perfecta, este asturiano nos describe su trayectoria de 19 años como viticultor y enólogo en Ribera del Duero, Rioja pero sobre todo en el Bierzo, donde se encuentran sus raíces.
Hace unos días compartió su proyecto más personal, Casa Aurora, en una cata organizada en el bar especializado en vino y cerveza artesana La Caníbal, “una plaza muy importante para alguien de provincias como yo”, comentó nada más empezar la charla.
Un ratito antes tuve la oportunidad de charlar con él, ya que me interesaba mucho conocer la historia de este hombre inquieto, al que cuesta seguir la pista. Y que se ha ganado el respeto de los que entienden de vino y de los que ni más ni menos, disfrutan del vino.
PARTE I. SU HISTORIA
Se define como un bodeguero de primera generación, de origen humilde, que empezó no de cero, sino más abajo aún que cero. “Mi padre venía del negocio de la ropa impermeable y mi madre tenía una escuela de arte. Cuando era adolescente tuvieron un divorcio complicado, y decidí marcharme a vivir con mi abuela a Albares, en el Bierzo”, recuerda.
De ahí nacería el germen de Casa Aurora, dedicado a su bisabuela que fue una de las primeras mujeres mineras de España. Entonces Germán aún no lo sabía. Pero hay semillas que tardan años, e incluso décadas en florecer.
Estudió Enología en Madrid, mientras trabajaba en Lavinia para poder pagarse los estudios en el Master de Agrónomos. Aunque se pueda suponer que el vino le atrapó desde muy joven él no lo considera así: “Es más complejo que todo eso. Era una época un tanto dispersa, en la que no sabía qué hacer con mi vida, pero sí tenía una inquietud creativa. Ahí vino la conexión, porque fui a una cata y como soy un preguntón de libro decidí ir más allá e intentar saberlo todo. Y aquí sigo”, recuerda.
SUS AÑOS EN RIBERA DE DUERO
Jamás soñó con tener una bodega propia, pero a veces la vida te da más de lo que esperas. “Era la época de las grandes bodegas y mi objetivo era entrar a trabajar en alguna de ellas. O volver al mundo de la sidra. Quería volver a casa “porque estaba enamorado de una asturiana que hoy es mi mujer, y con la que he construido este sueño”.
El azar y la necesidad le llevaron a Aranda de Duero, donde comenzó a trabajar primero para Félix Callejo “que me trató de maravilla”, y después como consultor para varias bodegas. Y ahí, en Ribera de Duero, hace 19 años, nació su primer proyecto propio, Quinta Milú, que hoy se ha convertido en toda una referencia en la zona.
“La familia de un buen amigo montó una bodega y estaban teniendo algunas dificultades para arrancar el proyecto. Les propuse dar una vuelta al tema y nos asociamos”, recuerda.
NACE CASA AURORA
En 2006 la abuela de Germán muere. “Para mí fue un shock muy grande, me afectó muchísimo. Tardé cuatro o cinco años en volver a Albares”, recuerda. Pero un día en el que realizaba el trayecto Aranda de Duero-Gijón, sintió la necesidad de visitar el viñedo familiar. “Ni siquiera sabía llegar, me llevó allí una de sus amigas, la pescadera del pueblo, que estaba medio ciega”.
A modo de catarsis comenzó a cuidar ese viñedo sin ni siquiera decirle nada a Cristina, su mujer. Los vecinos al verle por allí empezaron a dejarles sus viñas abandonadas y poco a poco se fue gestando el proyecto de Casa Aurora. “Sabía que hacer vino en el Bierzo Alto iba a ser mucho más difícil que en Ribera y que tendría que hacerlo todo yo”. Era el año 2010, y la primera añada salió al mercado en 2013.
UNA PICA EN RIOJA
En 2015 le entró el gusanillo de volver a empezar de cero en una zona nueva y volver a los orígenes de Quinta Milú, su vino elaborado en Ribera de Duero. “Yo al proyecto de Rioja lo llamo mi negocio. Compro uva, alquilo instalaciones, elaboro y vendo”, explica. “Elaboro allí La Bicicleta Voladora, un vino de Tempranillo blanco que es una uva que les estaba costando vender a los viticultores de la zona. Me costó un tiempo entender que es una uva sencilla y austera. Es un vino de diario, fácil de beber, alegre. Un vino de texturas”.
LA SENDA DE LOS PIONEROS
Cuando le comento que su trayectoria me recuerda a la de otros enólogos como Telmo Rodríguez “en pequeñito”, sonríe. “Soy muy fan de Telmo y de Álvaro Palacios, y creo que se ha hablado poco y se ha agradecido poco lo que han hecho por la viticultura española. No somos un país en el que se reconozca el mérito ajeno. Telmo fue además el primero en cuidar la imagen de las botellas y las cajas de cartón. Un pionero”.
Él también se considera a sí mismo un clásico, tras 19 años haciendo vino. “No puedes ser eternamente noticia, forma parte de la vida, a la prensa le gustan las novedades. A cambio la experiencia te da estabilidad y un mercado fiel”.
A la pregunta de quién bebe su vino, me responde que “yo hago vino para la gente normal, para todo el mundo. Vivir fuera de las zonas elaboradoras me da una perspectiva limpia, más interesante, aunque al principio pensé que podría ser una desventaja”. Aunque reconoce que el cariño de la gente “que controla” y su buen hacer en redes sociales le han ayudado mucho.
De hecho, el 50% de las 30.000 botellas anuales que produce se comercializan en España, un porcentaje inusualmente alto. Sus principales mercados son Canarias, Madrid, Galicia, Asturias, el País Vasco y Alicante.
PARTE 2. SUS VINOS
En la cata celebrada hace unos días en La Caníbal, los asistentes tuvimos la oportunidad de probar todos los vinos de su proyecto en Casa Aurora, además de alguna sorpresa.
VIÑEDOS Y ELABORACIÓN
Los viñedos de Casa Aurora se encuentran situados en el Bierzo Alto, entre 800 y 1000 metros de altitud. “Se trata de una zona económicamente muy deprimida, donde los viñedos fueron abandonados por la minería y con una climatología diferente. De hecho vendimiamos un mes más tarde que en el Bierzo Bajo”, comentó.
Las variedades principales más adaptadas a la climatología son lo que Germán R. Blanco llama la Santísima Trinidad: “Palomino para los litros, Garnacha Tintorera para el color y Mencía para la calidad. Nosotros nos limitamos a recoger esta herencia y reinterpretarla. Las viñas son como partituras y les tengo gran respeto, no me gusta trabajar mucho el vino”.
Todos los vinos de Casa Aurora tienen una elaboración similar. El 95% de la uva se despalilla y se hace un pie de cuba. Este proceso consiste en que se vendimia un pequeño porcenaje y se pone a fermentar. Con él se siembra el resto de los depósitos. Tampoco se añaden aditivos ni sulfurosos.
Es en el uso de los recipientes donde este productor saca el cocinero que lleva dentro: ánforas de barro, pvc, acero inoxidable, Flextank, barricas usadas… En cuanto a la crianza siempre es de 12 meses aproximadamente. “Me gusta que el vino pase frío en invierno y calor en verano”, explica.
LA TRUENA
Se trata del primer blanco elaborado en Casa Aurora, un blanco 100% godello de viñedos viejos muy de territorio que se le había mostrado esquivo hasta ahora. La primera añada, que es la que probamos en la cata, fue en 2022, la que para Germán fue la vendimia perfecta. Decidió jugar con todos los envases disponibles, aunque para la próxima añada hay más acero inoxidable.
Albaricoque, notas salinas y una nota sutil del ánfora de barro. Un vino con mucho nervio.
PEPINK
Pepink es el clarete inesperado y el éxito inesperado de Casa Aurora. El vino que se bebía en casa, ese vino alimenticio para acompañar las largas jornadas en el campo. Ese tinto claro. Ese 90% blanco 10% vinificado como un tinto. De nuevo 12 meses en barrica y ánfora.
“Es el vino que hacía para mí, un vino de porrón, pero la gente empezó a pedírmelo y aquí estamos. Un vino provocador y versátil, que admite todas las temperaturas y todos los acompañamientos ya que tiene un carácter más rústico que afrutado”.
LA NAVE
“La nave es ese vino regional de primer precio que nos faltaba. Se llama así porque en 2020 compramos una nave para poder crecer, aunque me cuesta acostumbrarme a ella”, nos cuenta. Fruta, vino limpio, crianza en madera y 100% Mencía.
CLOS PEPÍN
Germán califica Clos Pepín como su vino más personal. “Procede de un viñedo mío de Albares y de otras tres o cuatro parcelas. 40% Mencía 40% Palomino, Garnacha Tintorera y otras variedades. Yo lo llamo mi puchero, porque decides cómo lo cueces al provenir de diferentes viñedos”. De nuevo 12 meses en ánfora y barrica.
CARAS NORTE
Caras Norte es otra las novedades de Casa Aurora y ahora mismo su niña mimada. Un viñedo orientado al Norte que con el cambio climático ha pasado de Cenicienta a princesa. “Siempre pensaba qué viñedo más bonito, qué pena que esté al Norte. Nos la ofrecieron en 2022 y me lancé”. 60% Palomino, 30% Garnacha Tintorera y otras variedades.
Volátil algo más alta, tanino un poco más verde. Un vino con más carácter, no apto para todos los públicos. Un agreste unicornio. Perfecto para un botillo.
LA VIÑA DE LA SEÑORA AURORA
La herencia de la familia, una Mencía delicada y femenina. 300 plantas recuperadas, 300 injertadas y 300 nuevas. Viñedo orientado al Este en una zona fría a 930 metros de altitud, uno de los más altos de la provincia. De nuevo un patito feo que se convierte en cisne.
POULA
Germán nos reserva para el final Poula, el gran vino de la casa. Su nombre procede de un término local que se refiere a las tierras abandonadas. “En Casa Aurora intentamos que ninguna viña de la zona se quede poula”.
Curiosamente no se trata de un vino parcelario, sino que se elabora con las mejores uvas de las mejores viñas, al estilo de los grandes vinos clásicos de Rioja. “Quería demostrar que la montaña berciana también es capaz de crear un gran vino”.
Poula vendría a ser el hermano mayor de Clos Pepín. Más fino, más largo, más aptitud de guarda. 30% Mencía y el resto variedades diversas: garnacha, portuguesa, caiño longo…
Un vino con gran capacidad de envejecimiento como ya demostró la añada 2019, que también pudimos probar. Un vino para llevarte la montaña berciana a casa y guardarla durante décadas.
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